15/11/2019

¡Volvimos!

En horas de la mañana de aquel 15 de noviembre del 2017 Australia había vencido a Honduras para hacerse del cupo 31 -el penúltimo- para Rusia 2018. El último cupo al Mundial se definiría en Lima: Perú enfrentaba a Nueva Zelanda en la vuelta del repechaje intercontinental y la expectativa era enorme en todo el país.

Dicho escenario era inimaginable hasta hacía más de un año. Perú no la pasaba bien en las Eliminatorias y todo parecía indicar que una vez más el sueño del retorno al Mundial quedaría trunco. Una serie de resultados increíbles dentro y fuera de casa, sumados a los puntos ganados en mesa ante Bolivia, colocaron a la Blanquirroja en buena posición y hasta pudo asegurar su clasificación sin repesca, pero tras el 1-1 ante Colombia quedó en quinto lugar. Quedaba una última chance para clasificar al Mundial y esa era superar a Nueva Zelanda, habitual representante de Oceanía en las repescas desde la mudanza de Australia a la AFC.

Millones de peruanos -entre ellos un grupo importante en el mismo estadio- nos quedamos con el grito ahogado tras el empate de la ida en Wellington. El gol tan esperado pudo llegar en los primeros minutos del cotejo en Lima, pero el travesaño impidió que Luis Advíncula concretara el tanto de su vida. El partido siguió su curso hasta que Jefferson Farfán abrió la cuenta con el que sería -curiosamente solo por meses- el gol más gritado de la vida de quien escribe. Terminado el primer tiempo Perú ganaba por 1-0 y el retorno al Mundial estaba más cerca.

Con el complemento avanzado se sancionó un córner para Perú. Christian Ramos se sumó al ataque y logró incrementar la diferencia. Con el partido a punto de terminar, a quien escribe se le ocurrió gritarle repetidamente al árbitro -el francés Clément Turpin, otro nombre para recordar- que pitara el final tomando como referencia una de las frases del siempre recordado Daniel Peredo en el partido ante Ecuador en Quito. El partido terminó y todo fue felicidad. La gente celebró a más no poder en calles y plazas, ciertas canciones de Dschinghis Khan y Pelo D’Ambrosio no dejaron de sonar y no era para menos: una espera de 36 años había llegado a su fin.